Una tarde, en su mesilla de noche, vi una novela que se titulaba Balthazar; a la otra semana tenía en el mismo lugar Mountolive. Le pregunté entonces si era su escritor favorito. "Uno de ellos", me contestó mientras se sentaba en el lecho, completamente de porcelana su piel desnuda. "Esta novela pertenece al ciclo del Cuarteto de Alejandría", me dijo. Desde entonces, leí a Durrell con verdadera devoción y el Cuarteto es una de las novelas favoritas de mi biblioteca cotidiana.
¡Señorita! Al oír la educada llamada la muchacha volvió sus bellos ojos hacia él dudando, pues no sabía a ciencia cierta si era con ella con quien había querido hablar. El viejo recibió tanto placer de aquella mirada brillante que su enojo disminuyó.