!Pero qué tímido era aquél hombre! Una noche, al marchar para casa, advirtió su presencia al otro lado de la calle. Continuó caminando despacio, sin mirar a su alrededor, pero con los rabillos de los ojos vueltos hacia atrás como las orejas de un conejo, esperando que él la seguiría.
Risa en la oscuridad. Vladimir Nabokov
Qué texto tan hermoso y con su toque de humor... me encanta el cuadro.
ResponderEliminarBesitos.