Con precaución, procurando no despertar al hombre que duerme a su lado, se acerca un poco hasta pegar el cuerpo al suyo, rozando el hombro con los labios y el costado con la cadera, aspirando su piel, que huele a carne mutua dichosa y fatigada, a sudor limpio y sucio a la vez, mezcla de ambos aromas.
(Arturo Pérez-Reverte. El italiano)

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