viernes, 17 de mayo de 2013

Tregua

Amantes. Kitagawa Utamaro

Quiso esa imagen para tenerla siempre entre las cosas que guardara su alma, le chupó el aguardiente de la boca, y se lo fue llevando hasta la cama de tregua que a los dos les urgía.

Mal de amores. Angeles Mastretta

jueves, 9 de mayo de 2013

Tu mirada es el paisje (XC)

Melancolía. Silvia Glaser

Y notó perfectamente cómo un brillo encendía, al tiempo que licuaba, las pupilas de aquella mujer.


El Corazón de la Tierra. Juan Cobos Wilkins.2002

lunes, 6 de mayo de 2013

Los lunes toca madrugar

Me gustan los lunes, aunque es el día que más madrugo; claro que, convendréis conmigo en que vistas como estas ayudan a hacer el camino.
El movimiento comienza poco a poco por la calles, destaca la separación de los peatones, y en las pocas ventanas abiertas, madrugan también apariciones... Y, de minuto en minuto, sensiblemente, las calles se desdesiertan.
Me he despertado temprano; he salido a la calle sin prejuicios.
Libro del desasosiego. Fernando Pessoa
Libor Jupa

Pessoa nos habla de un amanecer en la ciudad. Yo, en cambio, os traigo un amanecer rural y en ruta. Lo que sí me deseo, y os deseo, es salir al día sin prejuicios, así todo irá mejor.

viernes, 3 de mayo de 2013

¿Dónde has puesto mi dinero?



Quiero recordar con estas letras a uno de mis sabios de cabecera: José Luis Sampedro, fallecido recientemente. Economista, novelista, ensayista, catedrático… y, por encima de todas sus facetas, o precisamente a través de ellas, un intelectual comprometido con las personas, no con los sistemas ni con las políticas. En su larga vida (murió a los 96 años) habló y criticó mucho, llamó a los atropellos por su nombre y denunció la pérdida de valor de los valores, el enmascaramiento de  la Justicia, la esquilmación  de la naturaleza,  el olvido de la solidaridad…  En una de sus enjundiosas entrevistas, Sampedro dijo que “poner el dinero como bien supremo nos conduce a la catástrofe”.  

El pasado 24 de abril una catástrofe (una más) se vivió en Savar (Bangladesh) al derrumbarse un edificio de talleres textiles con todos sus trabajadores en el interior. Por ganar dinero, por llevar a casa 1 euro, ese es más o menos el jornal diario, unas cuatrocientas personas murieron y otras dos mil resultaron heridas mientras trabajaban. Por ahorrarse dinero, porque ese país tiene los costes de producción más bajos del planeta, porque no existen derechos laborales, ni normas de seguridad e higiene en el trabajo, ni leyes que obliguen a proteger el medio ambiente, la industria textil occidental encarga su producción a Bangladesh, o directamente instala allí sus fábricas deslocalizadas. La Unión Europea, primer mercado de los productos que exporta Bangladesh, exige ahora a las autoridades bengalíes la mejora de las condiciones laborales para los más de tres millones de trabajadores del sector textil. Pero es solo una pantomima: la UE, Bangladesh y el resto del mundo saben que los derechos de los trabajadores no cotizan en bolsa. Y la crónica de la crisis así nos lo muestra diariamente: los indicadores económicos oficiales (bolsa y prima) mejoran a golpe de recortes: cuanto más sufre el ciudadano, mejor evoluciona el mercado. En los países democráticos los gobiernos encuentran en las urnas la  legitimidad de sus políticas públicas, que son las respuestas del Estado a las demandas de la sociedad. Pero como las políticas estatales hace tiempo que dejaron de ser públicas, votar cada cuatro años para nada sirve y hablar de principios, de sistemas, de modelos, de economía de mercado o planificada,  de izquierdas o derechas, tiene poco sentido. Lo que de verdad importa es saber quiénes apuestan por sostener un sistema que alimenta desigualdades asesinas y quiénes, como Sampedro, están dispuestos a luchar para que otro mundo sea posible.
 
Ya te digo que procuro no agraviar, no soy belicoso ni estrepitoso, simplemente, obro en conciencia. Y si no me parece justo que el ochenta por ciento de la riqueza mundial esté en manos del veinte por ciento de la población; si me parece atroz un orden mundial en virtud del cual la inmensa mayoría muere de hambre mientras la minoría contrae enfermedades mortales por exceso de comida, pues lo denuncio. Hablo y escribo contra ello.

La ciencia y la vida. Valentín Fuster y José Luis Sampedro con Olga Lucas