Además, estaba en contra de las propinas, era de izquierdas.
La propina es una práctica envilecedora que perpetúa la división de la sociedad en clases y falsea las relaciones sociales.
Por eso mismo, tampoco rellenaba las nóminas conforme a la ley, ni respetaba la norma que obliga al empresario a pagar doble las horas de domingo.
No debíamos considerarla como una jefa, sino como nuestra amiga.
Y, después de todo, si no éramos cristianos, el domingo era para nosotros un día como cualquier otro, ¿no? Pagar doble le habría parecido, a ella que no era creyente, y tan poco conformista, ceder a una superstición ridícula.
¿Acaso trabajar en una librería no era ya lo suficientemente gratificante?
¿Acaso no formábamos una comunidad unida por el culto al libro?
La librería no es un comercio ordinario. ¡La librería no es un negocio, es una misión!
Vivir me mata. Paul Smaïl