Parecen dibujos,
pero dentro de las letras están las voces.
Cada página es una caja infinita de voces.
Es difícil precisar el punto exacto en el que nace una obsesión.
Hoy, como muchas otras veces, recuerdo a mi vecina Ana, que tanto me ayudó atendiendo a mi hijo como a uno más de los suyos, cuando yo vivía en una ciudad extraña, sola y con un niño pequeño. Muy lejos de ella ahora, en tiempo y en espacio, me la trae a la memoria el gesto de agacharme para repasar, para quitar el polvo de ese filito de la pared justo antes de que comience el rodapié, donde se aposenta groseramente el polvo. Ella odiaba esa mugre, a la que no daba mínima tregua, quitándola una y otra vez, sin cansancio alguno. Nunca se sabe qué momento cotidiano y simple, va a perdurar en nuestro corazón. El más anodino puede ser llamado a permanecer: la memoria es independientemente misteriosa.
Cuando nos dirigimos al amor
todos vamos ardiendo.
Llevamos amapolas en los labios
y una chispa de fuego en la mirada.
Sentimos que la sangre
nos golpea las sienes, las ingles, las muñecas.
Damos y recibimos rosas rojas
y rojo es el espejo de la alcoba en penumbra.
Cuando volvemos del amor, marchitos,
rechazados, culpables
o simplemente absurdos,
regresamos muy pálidos, muy fríos.
Con los ojos en blanco, más canas y la cifra
de leucocitos por las nubes,
somos un esqueleto y su derrota.
Pero seguimos yendo.
Ida y vuelta. Amalia Bautista
Mujeres del alma mía. Isabel Allende
La casa junto al mar. May Sarton
Hoy he sabido que en Finlandia han inventado un deporte llamado "equitación vegana", consistente en hacer carreras y saltos con un caballito de juguete entre las piernas, como aquellos que, a los que ya rebasamos los sesenta, nos compraban en la feria. Y claro que corríamos, saltábamos, los llevábamos de paseo... era un juego de niños, una fantasía, un entretenimiento más. Pero no un deporte. Lo que se hace ahora me parece esnob, nada que ver con la equitación ni con el veganismo.
Hoy he sabido que en Jabugo, Huelva, se produce uno de los jamones más caros del mundo: a cuatro mil quinientos euros se vende cada pernil curado de cerdo manchado, raza propia, pero escasa, de la zona. Cada lonchita pequeña y fina de este jamón cuesta unos seis euros, ¡Qué disparate!
Uno de los hechos más maravillosos de la vejez es que ya no tenemos que demostrar nada, ni a nosotros ni a nadie. Somos lo que somos.
La casa junto al mar. May Sarton
Tarde comprendo que no puedo llevar agendas de pequeño tamaño, como la que me pareció adecuada para este año 2023. No! Tienen que ser de, al menos, una página completa por cada día, pues necesito apuntar más, detallar mejor, para sentirme algo más segura contra los estragos de la memoria, que en mi caso además, nunca fue altiva.
Hoy compramos guirnaldas con luces de colores para adornar la casa, para encontrarnos, al regresar de noche, un lugar encantado de recibirnos.
Decenas de libros escritos por ella, por Isabel Allende, me hacen admirarla como escritora: construye personajes y sentimientos con fuerza y ternura, con humildad y fantasía, con inmenso respeto. Como persona, aunque no he tenido la oportunidad de tratarla, me cae bien... y aventurarse en el divorcio cumplidos los setenta, me parece admirable. Creo, como el tío Ramón, que es verdad que tiene alas.