Llevo meses deshaciendo mi biblioteca. Mudo de casa; en la nueva, pierdo espacio para libros, pero gano en verde, en árboles. Lo prefiero. Los deseos cambian con los años: ahora no acumulo: destilo. Este nuevo rumbo me desazona. Puedo desprenderme alegremente de un libro recomendable: lo regalo, lo libero, lo recoloco en otra biblioteca... Tampoco me incomoda abandonar en el vertedero el volumen que se lo merece, por malo o por feo. Me deshago también de los que sé que no voy a volver a leer; de estos, solo conservo los que tienen un valor añadido, por el tiempo que representan, por su procedencia, etc. La cuestión surge con los que pienso que quizá quiera o deba volver a leer (siempre digo que estoy en edad de releer) y con los que no he leído, aunque pienso que debería hacerlo... ahí... acumulo sin querer hacerlo y ya mi pequeña biblioteca se encuentra desbordada y yo obligada a leer antes de hacer desaparecer...
Uno de esos libros, largo tiempo guardado y no atendido, es Donde el corazón te lleve, de Susanna Tamaro. Me ha gustado mucho: no puedo botarlo! En este libro he visto la perfecta descripción de cómo siento ahora.