Wyeth
Cuando descubría que el lector precedente había ensuciado o maltratado el libro que acababa de pedir prestado, se ponía furioso; le atormentaba pensar que podían acusarle de haber cometido ese delito. Y más aún, que uno de sus compañeros fuera el culpable de semejante barbarie. “¡Un trabajador de los ferrocarriles!”.
Intentaba entonces arreglar los daños alisando las páginas arrugadas y volviendo a pegar los que estaban desencuadernados, borrando las anotaciones de los márgenes y las marcas de dedos grasientos.
Como para inculcarnos la idea de que los libros tienen algo de humano, solía decir: “A este pobre libro lo han torturado”.
Torturado.
Vivir me mata. Paul Smaïl
Si cerca de tu biblioteca tienes un jardín, no te faltará nada.
Ciceron
1 comentario:
Un jardín fuera y dentro de ella un acuario.
De pececitos de plata.
¡Malditas humedades!.
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