Aunque no fuese experimentado, Franz no carecía de sentidos, y hubiera necesitado ser de piedra para resistir a esa tentación. Y verdaderamente tuvo la osadía de tocarme las pantorrillas, las rodillas y, por último, los muslos desnudos. Si ese contacto me excitaba ya tanto ¿cuál debía ser su estado? Pobre jovencito: sus ojos estaban temerosamente clavados en mi rostro para ver si me despertaba.
Memorias de una cantante alemana. Wilhelmine Schroeder-Devrient
1 comentario:
Ufff.... no me lo quiero ni imaginar... estas situaciones pueden estar cargadas de una enorme carga de excitación y sensualidad.
Besos
Publicar un comentario