Se detuvieron tras un distinguido carruaje cuyos pasajeros se apeaban ante la puerta. Bajó una dama, la siguió un caballero de mediana edad, y por fin apareció otra dama, una joven bella como el pecado. Benjamin se sobresaltó: fue como si una transformación química disolviera y recompusiera cada partícula de su cuerpo. Se apoderó de él cierta rigidez, la sangre afluyó a las mejillas y a la frente, y sintió en los oídos su palpitar constante. Era el primer amor.
El cursioso caso de Benjamin Button. F. Scott Fitzgerald
1 comentario:
Eso se llama amor a primera vista.
Saludos
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