viernes, 18 de septiembre de 2020

Cartas iban y venían


Cuando parecía que ya lo habíamos visto todo, llegó el otoño y nos recordó que el género epistolar existe. He aquí que, cuando más sumergidos estábamos en tecnologías de la comunicación ágiles e instantáneas, llegó la presidencia del gobierno y, sabia y oportuna donde las haya, nos hizo caer en la cuenta de que nada más elegante que el género epistolar para ofrecer servicios y respeto a una dama. Y la destinataria, también como era de esperar y como corresponde a una auténtica señora, se pavonea y hace de rogar, no vaya a ser que parezca escandalosamente fácil y deseosa.

Lo más triste del affaire es que al tiempo que los pretendientes y sus correspondientes cortes, se halagan con esos falsos y públicos billetes, mientras ellos pajean y poco más, el grano de la pandemia, ese grano al que no van, macera y engorda. Y la tramoya también.

Saludos desde la selva.

No es posible. Libro collage. Inma Díaz

La realidad final
se burla de nosotros.

La realidad final. Alejandro Duque Amusco

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