Su verdadero talento, su fuerza, era de índole distinta, y muy temible, por cierto; demoníaca. Comsistía en el poder corrosivo de una de mirada que volatiliza, disipa, vacía, corrompe, destruye, en fin, todos los objetos donde se posa, dejándolos reducidos a su pura apariencia irrisoria; poder tremendo, del que quizá él mismo no se daba cuenta, o no se daba cuenta cabal, como si, con una especie de rayos X, viera la calavera bajo la carne, y una absurda danza de esqueletos en los movimientos de la gente; poder que ejercía sin proponérselo, sin quererlo, y que a saber si no se volvió contra sí propio y fue la causa profunda de su fracaso último, pues ¿dónde y cómo se detiene la cadena de la desintegración?
Muertes de perro. Francisco Ayala
4 comentarios:
Calar los huesos... un escaner de las devilidades. Hay muchos ojos que miran asi, algunos de gigantes ciclopes que manejan el mundo.
Buen párrafo. De Francisco Ayala leí La Cabeza del cordero pero lo siento, tengo el libro delante, he estado ojeándolo pero no recuerdo nada... qué triste!! he buscado la sinopsis en internet y sigo sin tener ninguna sensación... vaya comentario tonto.
Me ha gustado el cuadro y el texto, muy evocadores y realistas, llenos de detalles que observar.
Saludos.
Es mi texto favorito de Ayala.
Besos, compi
si de ver se trata este señor veía... salute.
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