Por extraño que os parezca, supe de Nikólai Gógol solo un par de días antes. El prólogo de El doble (Dostoievski, 1846) me rebeló la existencia de este autor que tanto ha influido en la literatura posterior. "Todos venimos de El capote de Gógol", así llegó a decir Dostoievski, y yo sin saberlo.
El Capote, escrito entre los años 1839 y 1841, y publicado en 1842, nos presenta a uno de los más conmovedores personajes de la literatura: Akaki Akákievich, un funcionario de la escala más baja de la administración civil, cuya pasión es transcribir textos, que se ve ultrajado por las injusticias sociales y la indiferencia egoísta de los fuertes y ricos, y cuyo destino es el de ser un hombre insignifacante. Su fragilidad es conmovedora y su desvalimiento despiertan rabia y ternura a partes iguales.
El capote que me ha cautivado es una edición preciosísima en hueso y naranja de Editorial Nórdica (2008), bellamente ilustrado por Noemí Villamuza, que además ha hecho una sentida dedicatoria acorde con el libro: "A mi madre, mi mejor abrigo"; esta frase por sí sola ya es una lujo.
Es un libro semilla, de los que yo clasifico como joyas: pocas páginas, historia redonda, prosa ligera y precisa, rica en matices y en sentimientos, apto para todas las edades. Un imprescindible recién descubierto, un regalo que me ha traído agosto y del que me encanta daros noticia.
La gaviota acaricia lo
que no sabe volar. Así los pobres
con decisión del alma cuelan
estrellas en su cuarto, brillan más
que las constelaciones y la noche
se aposenta en su soñar bajito.
Tal vez. Mundar. Juan Gelman
No hay comentarios:
Publicar un comentario