Quiero recordar con estas
letras a uno de mis sabios de cabecera: José Luis Sampedro, fallecido
recientemente. Economista, novelista, ensayista, catedrático… y, por encima de
todas sus facetas, o precisamente a través de ellas, un intelectual comprometido
con las personas, no con los sistemas ni con las políticas. En su larga vida
(murió a los 96 años) habló y criticó mucho, llamó a los atropellos por su
nombre y denunció la pérdida de valor de los valores, el enmascaramiento de la Justicia, la esquilmación de la naturaleza, el olvido de la solidaridad… En una de sus enjundiosas entrevistas,
Sampedro dijo que “poner el dinero como bien supremo nos conduce a la catástrofe”.
El pasado 24 de
abril una catástrofe (una más) se vivió en Savar (Bangladesh) al derrumbarse un
edificio de talleres textiles con todos sus trabajadores en el interior. Por
ganar dinero, por llevar a casa 1 euro, ese es más o menos el jornal diario,
unas cuatrocientas personas murieron y otras dos mil resultaron heridas
mientras trabajaban. Por ahorrarse dinero, porque ese país tiene los costes de
producción más bajos del planeta, porque no existen derechos laborales, ni
normas de seguridad e higiene en el trabajo, ni leyes que obliguen a proteger
el medio ambiente, la industria textil occidental encarga su producción a
Bangladesh, o directamente instala allí sus fábricas deslocalizadas. La Unión Europea,
primer mercado de los productos que exporta Bangladesh, exige ahora a las
autoridades bengalíes la mejora de las condiciones laborales para los más de
tres millones de trabajadores del sector textil. Pero es solo una pantomima: la UE, Bangladesh y el resto del
mundo saben que los derechos de los trabajadores no cotizan en bolsa. Y la
crónica de la crisis así nos lo muestra diariamente: los indicadores económicos
oficiales (bolsa y prima) mejoran a golpe de recortes: cuanto más sufre el
ciudadano, mejor evoluciona el mercado. En los países democráticos los
gobiernos encuentran en las urnas la
legitimidad de sus políticas públicas, que son las respuestas del Estado
a las demandas de la sociedad. Pero como las políticas estatales hace tiempo
que dejaron de ser públicas, votar cada cuatro años para nada sirve y hablar de
principios, de sistemas, de modelos, de economía de mercado o planificada, de izquierdas o derechas, tiene poco sentido.
Lo que de verdad importa es saber quiénes apuestan por sostener un sistema que
alimenta desigualdades asesinas y quiénes, como Sampedro, están dispuestos a
luchar para que otro mundo sea posible.
Ya te digo que procuro no agraviar, no soy belicoso ni estrepitoso, simplemente, obro en conciencia. Y si no me parece justo que el ochenta por ciento de la riqueza mundial esté en manos del veinte por ciento de la población; si me parece atroz un orden mundial en virtud del cual la inmensa mayoría muere de hambre mientras la minoría contrae enfermedades mortales por exceso de comida, pues lo denuncio. Hablo y escribo contra ello.
La ciencia y la vida. Valentín Fuster y José Luis Sampedro con Olga Lucas
4 comentarios:
¿Que te digo yo ahora?,¡¡ah, si!! que aparte de todo eso, le llamaron antisistema y fuera de la realidad. Por lo demás. ¡¡amen!!.
Un abrazo
Parece que un socio de la fábrica siniestrada es hijo de....Tarragona.
Admiraba siempre a Jose Luis Sampedro.
Que triste lo de Bangladesh. Leer los numeros de muertos demuestra lo ahogados, más bien dicho explotados trabajan allí.
Un abrazo
Por desgracia, seguimos viviendo con la explotación y el esclavismo, por un poco más de beneficio, la vida de un trabajador tiene un precio, y es.. nada. Esa es la desgracia de esta sociedad, gente para vivir por dinero y no dinero para que viva la gente. A dia de hoy son ya más de 500 fallecidos. Un abrazo
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