La playa de Portugal. Laura Vinader
Los motivos del lobo es un precioso libro, un libro-joya, que llegó a mis manos gracias a mi querida amiga Mª José, a la que ahora despido rumbo a otras aventuras. Joan Margarit es uno de mis poetas favoritos: adoro sus versos, su prosa y su conversación. Es arquitecto, catedrático de Cálculo de estructuras, y escribe versos y hace las dos cosas a la vez y al mismo tiempo (él lo ha dicho, que muchos de sus poemas se fraguan al mismo tiempo que calcula o visita obras). Me encanta que números y versos salgan de la misma cabeza, me reafirma en mi rechazo contumaz a la separación entre ciencias y letras. Me gusta también porque escribe a la vez en catalán y en castellano. Y también porque siempre, en todas las entrevistas que he oído o leído, siempre reivindica la cultura para un futuro mejor, personal y social. Nunca se le olvida poner ese grano de arena, así por ejemplo en la entrevista del pasado martes 16 en El País:
Por eso debemos preparar a nuestros hijos con lecturas, armarles con la herramienta de la cultura, para que cuando la precisen, la lleven encima.
Sus poemas son tiernos y feroces a la vez, claros y directos, imposible no dejarse tocar por ellos porque nos trastean el alma y nos ponen a galopar el corazón. Los recomiendo porque hablan de nosotros, de sentimientos de todos los días, de gente que sufre y ama, que goza y vive como cualquiera.
El verano ya está aquí y las playas se llenan de Gente en la playa, gente como ésta:
La mujer ha aparcado en una calle
junto a la arena.
Baja del coche y, sin prisa,
saca y despliega la silla de ruedas.
Después, coge al muchacho,
lo sienta y le coloca bien las piernas.
Se aparta unos cabellos de la cara
y, mientras siente como ondea su falda,
va empujando la silla de ruedas hacia el mar.
Entra en la playa por el pasadizo
de tablas de madera que, de pronto,
a unos metros del agua, se detiene.
Muy cerca, el socorrista mira al mar.
La mujer alza al chico:
lo coge por debajo de los brazos
y, de espaldas al agua, va arrastrándolo
mientras los pies inertes del muchacho
dejan dos surcos tristes en la arena.
Lo ha llevado muy cerca de las olas
y lo deja en la arena para volver atrás
a recoger el parasol y la silla de ruedas.
junto a la arena.
Baja del coche y, sin prisa,
saca y despliega la silla de ruedas.
Después, coge al muchacho,
lo sienta y le coloca bien las piernas.
Se aparta unos cabellos de la cara
y, mientras siente como ondea su falda,
va empujando la silla de ruedas hacia el mar.
Entra en la playa por el pasadizo
de tablas de madera que, de pronto,
a unos metros del agua, se detiene.
Muy cerca, el socorrista mira al mar.
La mujer alza al chico:
lo coge por debajo de los brazos
y, de espaldas al agua, va arrastrándolo
mientras los pies inertes del muchacho
dejan dos surcos tristes en la arena.
Lo ha llevado muy cerca de las olas
y lo deja en la arena para volver atrás
a recoger el parasol y la silla de ruedas.
Estos últimos metros. Siempre faltan
los malditos, terribles metros últimos.
Estos te romperán el corazón.
No hay amor en la arena. Ni en el sol.
Ni tampoco en las tablas, ni en los ojos
del socorrista, ni en el mar.
Estos últimos metros
son el amor. Su soledad.
los malditos, terribles metros últimos.
Estos te romperán el corazón.
No hay amor en la arena. Ni en el sol.
Ni tampoco en las tablas, ni en los ojos
del socorrista, ni en el mar.
Estos últimos metros
son el amor. Su soledad.
Joan Margarit
4 comentarios:
Para que existan lectores adultos tiene que empezar leyendo libros de niños, acabo de llegar de una inauguración de una pequeña biblioteca en el colegio de mis nietos, cuando uno ve este tipo de cosas el mundo se humaniza, todavía existe una oportunidad para el hombre.
Saludos
Y qué lo digas! Nada mejor que una biblioteca para creer en el futuro. Un abrazo, gracias.
Y le encanta el jazz, le vi en un espectáculo titulado "Paraula de jazz" en que recitaba (junto a otro poeta: Pere Rovira) acompañado por el Trio de Perico Sambeat. Un lujo.
Me gusta mucho Margarit.
Un abrazo.
Un lujo,sí, qué envidia, ya me habría gustado estar allí. Me alegro que te guste, no podría imaginarme lo contrario.
Feliz finde.
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