Este libro es una preciosidad. Las primorosas ilustraciones de Becca Stadtlander le aportan una ternura especial. La mimosa traducción de Jorge Luis Borges es claramente superior a otras que he ojeado. Y hasta el prólogo, de Kirmen Uribe, añade ternura a esta joya.
Es un libro necesario y útil, reflexivo, un repaso a las dificultades que encuentran las mujeres, todas, para escribir, una denuncia elegante y sosegada de la desigualdad, una reivindicación del entendimiento hombre-mujer.
Se le entrego como regalo de despedida a mi querida amiga Mª José con la que he compartido casi veinte años de trabajo, lecturas y todo lo que la buena amistad obsequia. Destaco, especialmente para ella, esta hermosa frase de Virginia Woolf:
“Piensa sólo en el salto, le
imploré, como si hubiera apostado a ella todo mi dinero; y saltó
como un pájaro”.
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