Leo Putz
Las mujeres, en cambio, miran para otro lado. Ya sé que no se las debe mirar fijamente; sin embargo, cuando uno permanece durante un buen lapso entre un mismo grupo de mujeres iraníes, puede suceder que una de ellas se ajuste el velo de tal manera que de él asome por un instante un ojo, invariablemente negro, grande, brillante y enmarcado por largas pestañas.
Viajes con Heródoto. Ryszard Kapuscinski
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