Pero Cósimo, que devoraba libros de todas clases, y la mitad de su tiempo se lo pasaba leyendo y la otra mitad cazando para pagar la cuenta del librero Orbecche, siempre tenía algo nuevo que contar. De Rousseau que paseaba herborizando por los bosques de Suiza, de Benjamín Franklin que atrapaba los rayos con las cometas, del barón de la Hontan que vivía feliz entre los indios de América.
El barón rampante
Italo Calvino
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