Su delicadeza innata, su cortesía, su honestidad y pureza moral, su chaqueta gastada, el aspecto enfermizo y las desgracias familiares provocaban una actitud afable, cálida y triste hacia su persona. Por lo demás era un hombre instruido, había leído y, en opinión de los ciudadanos, lo sabía todo: era, en la ciudad, algo parecido a un diccionario de bolsillo.
El pabellón número 6. Anton Chéjov
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