¿Por qué se empeñaba Josefa en vestirla así?, se preguntó sintiendo cierta compasión por su ahijada. Sin embargo, cuando la tuvo cerca, no pudo sino rendirse ante la fuerza con que miraban sus ojos de almendra oscura. Había tenido razón la mañana en que nació aquella niña. Ese par de ojos era la muestra más nítida de que su ahijada no conocería jamás la delicia de ser inocente.
Mal de amores. Ángeles Mastretta
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