Javier Zavala
Considero necesaria la lectura de Bartleby, el escribiente, de Herman Melville. El libro es corto, pero lo leí en dos tiempos, con meses, si no años, de separación entre un acto y otro. Llegó a mis manos por primera vez en Lorca, en un encuentro de amigos lectores donde, amén de tratar el orden del día del encuentro, cada uno de los participantes presentábamos un libro escogido. En esa ocasión era un ejemplar bellamente ilustrado por Javier Zabala; estuvo en mis manos aquel fin de semana, aunque la lectura quedó inconclusa. Más tarde, y aprovechando un viaje en autobús, me eché al bolso el ejemplar que dormía en mi biblioteca. Lo recomencé y terminé llegando a mi destino. Era un día nublado y melancólico que agrandó la tristeza que me produjo el final de Bartleby, arráncandome una lágrima de desconsuelo. Desde entonces, lo recuerdo en muchas ocasiones, sobre todo cuando me encuentro ante situaciones o compromisos que no deseo aceptar, me planteo decir NO con elegancia, seguridad y seriedad como lo haría Bartleby: preferiría no hacerlo.
Stéphane Poulin
-Prefiero no cenar hoy -dijo Bartleby, dándose la vuelta-. Me haría mal; no estoy acostumbrado a cenar -con estas palabras se movió hacia el otro lado del cercado, y se quedó mirando la pared.
Bartleby, el escribiente
Herman Melville
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