Natalia Savelyeva
Si por hipótesis la señora Fabiani me dejaba para septiembre (enseñaba matemáticas también en el instituto, la Fabiani: por ese motivo me había preguntado ella, ¡estaba en su derecho!), ¿de dónde sacaría yo valor, unas horas después, para volver a casa, sentarme a la mesa ante mi padre y ponerme a comer? Tal vez me pegara. Y sería mejor, a fin de cuentas. Cualquier castigo sería preferible al reproche procedente de sus mudos y terribles ojos celestes...
El jardín de los Finzi-Contini. Giorgio Bassani
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