No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era tan niña, y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados.
Corazón tan blanco. Javier Marías
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