Dioni y Paqui. Inma Díaz
Y en cuanto termine, empiezo a desollar el conejo, ya verá lo rico que me sale. El pobre don Luisito se chupaba los dedos cada vez que se lo hacía: con sus ajitos, y su chorrito de vino, y su hojita de laurel, y luego se lo servía con sus coscorrones de pan frito...
(María Dueñas. La templanza)

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