Un mono. Alberto Durero
Los colonos no apreciaban la carne de mono. No entendían que esa carne dura y apretada proveía de muchísimas más proteínas que la carne de los puercos o vacas alimentadas con pasto elefante, pura agua, y que no sabía a nada. Por otra parte, la carne de mono requería ser masticada largo tiempo, y en especial a los que no tenían dientes propios les entregaba la sensación de haber comido mucho sin cargar innecesariamente el cuerpo.
(Luis Sepúlveda. Un viejo que leía novelas de amor)

2 comentarios:
Por aquí corrió un bulo (sin veracidad ninguna), de que un restaurante especializado en cabrito daba mono...
No creo que pudieran parecerse en nada una y otra carne. De monos no entiendo, pero de cabritos, que por aquí se dice chivo, sí. Su textura y sabor no encajan en esa descripción de Sepúlveda. Pero también hay quien se pirra por un bulo. Un abrazo, Toy.
Publicar un comentario