Cuando apareció, ella se ruborizó. Se ruborizaron no sólo las mejillas, sino el cuello, y aún más abajo, sobre todo el escote, se puso magníficamente roja ante todos, roja por y para él. Ese rubor había sido su declaración de amor, ese rubor lo decidió todo.
1 comentario:
No sé si debo... pero esta rosa también hace ruborizar.
(Peazo pipa....).
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