El viernes, sin embargo, hubo un cambio de programa y aquello la animó. Permaneció de pie en la oscuridad, apoyada contra la pared, viendo actuar a Greta Garbo. Pero no tardó mucho en hartarse definitivamente de verla. Así pasó otra semana. Un hombre, al salir, se quedó unos instantes junto a la entrada mirándola con expresión de impotente timidez. Volvió dos o tres noches después. Vestía impecablemente y sus ojos azules la observaban hambrientos.
Risa en la oscuridad. Vladimir Nabokov
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