Haber recorrido medio mundo y llevar la mayor parte de su vida en el mismo sitio, atado a los mismos ojos y el mismo delirio por la misma mujer, a veces lo traspasaba de inquietud. Entonces, seguro de que intentar cualquier otra cosa hubiera sido ridículo, Diego Sauri hundía la nariz entre las estampas de sus libros y viajaba tardes enteras por la India y Marruecos, Pakistán y China. Tras varios días perdido en la querella con sus deseos, regresaba completo a la estancia de su casa y al mostrador de su botica, renovado y excéntrico, seguro por todos lados de que no había elegido mal quedándose tras la invisible muralla que cercaba la ciudad de Josefa Veytia.
Mal de amores. Ángeles Mastretta
3 comentarios:
Se va a volver literalmente loco, Diego, cuando sepa de los viajes virtuales a través de Internet, entonces....
Holaaa, un abrazo.
Sí, estará encantado.
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Contadora De Billetes
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