Era fornido pero delgado, como los muchachos de las razas muy antiguas, en cuyo cuerpo los huesos prevalecen sobre la carne. Era lento sin ser perezoso, como si calculara su propio ritmo a conciencia. Su padre era funcionario del Estado en Galitzia y había recibido por ello el rango de barón; su madre era polaca. Cuando el muchacho reía, le aparecía en las comisuras de la boca un rasgo típico, infantil, característico de los eslavos. Reía poco. Era callado y siempre estaba atento.
El último encuentro. Sándor Márai
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