Sus ojos tenían algo que me hacía pensar en Rusia. Tal vez se debía a que eran muy grandes, el país más grande del mundo en su cara. Claro que, sabiendo lo que ahora sé, tal vez era porque sus ojos me recordaban mucho las muñecas matrioshkas, ocultando su auténtico yo dentro de cajas de misterio barnizado. Abrías una caja y encontrabas otra idéntica. Por muchas cajas que quitabas, siempre había una más.
(Tiffany McDaniel. El verano que no derritió todo)

No hay comentarios:
Publicar un comentario