Lo conocí en la cárcel del condado cuando él acababa de cumplir dieciocho años. Ninguno de los dos había estado antes en prisión. Yo le contagié el gusto por los libros. La primera vez que se enamoró de las palabras fue con El bote abierto de Stephen Crane. Cada semana venía el encargado de la biblioteca, le devolvíamos unos libros y escogíamos otros.
(Lucia Berlin. Y llegó el sábado)

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