Martin Grover
Al final llegó un autobús pequeño de la marca Toyota. Estos vehículos disponen de doce plazas, pero aquí transportan a más de treinta pasajeros. Resulta difícil describir el número y las combinaciones de todos los suplementos que llenan el interior de un autobús como aquél: barras y bancos de más, añadidos a golpe de soldador. Cuando el vehículo va lleno, para que alguien pueda subir o bajar, todos los pasajeros tienen que hacer otro tanto. La exactitud y estanqueidad de los que se encuentran en su interior equivale a la precisión de un reloj suizo, y cada individuo que ocupa una plaza tiene que contar con el hecho de que las próximas horas no podrá mover ni tan siquiera un dedo del pie. Las peores son las horas de espera, cuando, en un autobús recalentado y asfixiante, hay que quedarse sentado y quieto hasta que el conductor reúna el número completo de pasajeros.
Un día en la aldea de Abdallah Wallo. Ébano. Ryszard Kapunscinski
1 comentario:
Sabes que te digo, que algunas mañanas el tren de cercanías es así pero peor. Salu2
Publicar un comentario