Paul Discher
Voy acarreando cosas como una vieja
de pueblo. Lo soy. Y según pase el tiempo
precisaré alforjas a las que ir echando
todo lo imprescindible. Lo imprescindible
es superfluo -fetiches, un libro, abanico,
tijeras, cuadernos, pluma- como si
cada vez más fuera
aferrándome en vez de desprenderme
a pequeñas cosas, salvoconducto
para cruzar la calle o tomar café, ni siquiera
los siete granos de granada. Y así no vamos
a ninguna parte. Aparte gafas y llaves
y efectos de belleza cosmética, un
botellín de agua y un paraguas
plegable que no pesa, todo acaba pesando.
Y todos estábamos vivos. Olvido García Valdés
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