Tolstoi. Con ochenta y dos años, abandonó una noche su casa y cogió el primer tren al que pudo subirse. Al arrancar, escribió: «Estoy bien, estoy bien. Soy libre».
Cuatro días después, la muerte –«indigna de ser creída», como él la había calificado alguna vez– lo alcanzó en la estación de Astápovo. Murió de viaje.
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