John Gannam
Cautivados por tu belleza —el poder de tu sonrisa, el misterio que tu pelo escondía, aquellas manos de algodón, la inquietud de tus labios, el aroma a café de tu cuello— y por el preciso dominio de los verbos, adjetivos y sustantivos, salté rápidamente a la conclusión de que ese puñado de alumnos hechizados aprenderían contigo el español, el latín, el ruso y hasta el alemán, con tal de seguir mirándote y escuchándote.
(Jaime Bayly. Los amigos que perdí)
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