En tiempos del rey Arturo –prosiguió el abogado, sonriente y nada desagradable, con la confianza de un hombre que ha medido al adversario y lo ha visto claramente inferior-, el infierno era muy real para toda clase de personas, incluso las educadas y refinadas. Creían de verdad en demonios, diablos, posesiones de espíritus malignos, lo que usted quiera. Podían oler el fuego y el azufre que esperaban a los impíos y creían que los abismos y las torturas eternas eran consecuencias razonables de una mala vida. En la actualidad, las cosas son más complicadas, ¿verdad doctor? No creemos que vayamos a sufrir la maldición del fuego eterno. Y ¿qué tenemos en su lugar? Los abogados.
El psicoanalista. John Katzenbach
2 comentarios:
Ufff, jejeje.. ultimamente los abogados por aqui solo hacen complicar más las cosas,... aún así, intentaré no opinar sobre cualquier otra profesión que no sea la mia propia, porque seguro que me pillo los deos ;)
Saludos Indigo! :)
yo creo que antes que de los abogados, prescindo de los psicoanalistas... que además, siempre andan entre abogados por estafadores sin entendimiento ni razón (con perdón).
Saludos.
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