Hay horas que son interminables.
Me niego a aburrirme por enésima vez con la conocida y soporífera perorata.
Empiezo a correr cuando me llega el coro de risas de la resobada ocurrencia chistosa; quiero ser indulgente: también yo reí en su día.
Me escapo, huyo, vuelo a mi barco, me pongo un estupendo salvapantallas y fantaseo en segundo plano.
Necesito mejorar: tener los oídos más abiertos, gesticular menos y sonreír más, muchísimo más, aunque sin pasarme.
2 comentarios:
Esa hora protocolar, la conozco..La voy llevando mejor, no creas...
Ayer escribío algo Detras del espejo que es similar....Hablaba de qué ocurriria si fuesemos radicalmente sinceros....
No se me ocurre mejor sitio para experimentar que en la hora protocolar. No soy antisocial, me gusta entrar y salir...aunque a veces me pregunto...qué oño hago perdida aquí, escuchando chorradas,...
Núnca hay descanso en la búsqueda de nosotros mismos y núnca nos conformamos, cuando hay ruido añoramos el silencio y cuando andamos silenciosos envidiamos el tumulto. Me gusta el siti. Es límpio
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