viernes, 29 de septiembre de 2006

Un dolor anunciado


Los campos de mi tierra se visten de luces naranjas, azules y malvas cuando atardece.

Mi casa no tiene ventanas, sino puertas y balcones cálidos de sol y mecidos por el viento.
Entre los montes y yo hay un río casi siempre seco y una autovía casi siempre llena.
En donde las máquinas se afanan ahora a dentelladas, tendría que haber florecido un gran parque. Llegaron las rebajas consistoriales y el parque menguó hasta ser un parquecito, chiquito, chiquito.
Lo que perdimos en jardines y columpios se lo zampó el monstruo hipotecario, siempre hambriento.
Muy pronto tendré una habitación con menos vistas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Desde las mias, domina el asfalto y algún paso de cebra...

Y una iglesia.
En una torre, hat un apartamento, y vive con los ventanales abiertos, un cura joven... que pasa las noches despierto, leé, navega...

Hay madrugadas que fumamos en la ventana y nos miramos.

Nos sonreimos al apagar la luz....En la calle, creo que no lo reconozco,ni él a mí....


Pero si un par de noches, no lo veo...me extraña.

Es parte de mis noches de ventana.