En el cuarto amarillo los amantes encienden las palabras. Qué importa lo que duren, si prenden rápido, si se tiñe la cama con reflejos de plata, azul, rojo, naranja, si no suena otra cosa, si los miedos se escapan y florecen las quemaduras de la sábana. Las palabras se afilan con fuego de palabras. Los amantes ensayan.