La búsqueda de la verdad solo es posible si hablamos sencilla y claramente, evitando complicaciones y tecnicismos innecesarios. Para mí, buscar la sencillez y lucidez es un deber moral de todos los intelectuales: la falta de claridad es un pecado y la presunción un crimen.
Pasa una pareja cogida de la mano. No se miran. No es necesario. La mirada fluye por las venas. El calor de sus cuerpos sobrevuela el espacio. Ni la distancia podría separarlos.
Se detuvieron tras un distinguido carruaje cuyos pasajeros se apeaban ante la puerta. Bajó una dama, la siguió un caballero de mediana edad, y por fin apareció otra dama, una joven bella como el pecado. Benjamin se sobresaltó: fue como si una transformación química disolviera y recompusiera cada partícula de su cuerpo. Se apoderó de él cierta rigidez, la sangre afluyó a las mejillas y a la frente, y sintió en los oídos su palpitar constante. Era el primer amor.
El cursioso caso de Benjamin Button. F. Scott Fitzgerald