Avatares varios me apretujan el día a día entre la obligación y la devoción, pero el viernos, la tarde se puso guapa y pude disfrutar, por fin, de unas horas libres en Málaga. Para comenzar, un buen café con hielo en una terraza de Calle Larios, donde una relajada conversación mientras se mira el ir y venir de los que pasan, a mí, por tan poco habitual, me parece un recreo de lujo. Igualmente placentero resulta un paseo por las callejas de alrededor con parada ante el mercado de Atarazanas, recientemente remozado.
Nos encaminamos al
Museo Carmen Tyssen, que
abrió sus puertas en marzo del 2011. Me ha gustado el palacete, su blancura y su luz. La suerte inesperada nos ha regalado un coro de niñas actuando en el patio el museo. Otro lujo: deambular por las salas con un fondo de voces delicadas y armoniosas; ha sido una visita fresca, veraniega.
Las colecciones, interesantes pero no deslumbrantes. De allí me tomé la cabecera que os da la bienvenida ahora. Y mi preferido:
Campo de trigo, de Renoir.