miércoles, 26 de agosto de 2020

Sin bragas



Perdón por tan grosero título, pero es lo que me viene a las mientes. En bragas nos sorprendió la pandemia en marzo, cuando hacía dos meses que queríamos creernos que no llegaría. Y en bragas nos deja de nuevo en agosto porque desde que regresamos a la vida pseudonormal, hemos actuado como si creyéramos  que el virus nos dejaría respirar hasta octubre. Queríamos creer. Es más que fe lo que nos pide la clase política (y los medios, qué coro ejemplar) mientras nos anestesia con las prolijas ocurrencias de todas y cada una de las comunidades, de todos y cada uno de sus consejeros de sanidad, de educación, de turismo... todos traen y llevan su opinión, porque sí, porque la tienen. Porque todo el mundo tiene opinión como tiene culo, el mismo que vamos a perder por mor de tanta incoherencia e incompetencia. 

No necesitamos opinión, sino razón, datos, argumentos, planes, proyectos, estrategias... pero todo parece que está en el aire y ni el pijoyupi gobierno nacional ni los gobiernos autonómicos dan muestras de tomar la rienda de la eficacia; tampoco la judicatura, cuando se la llama, parece tener criterio ni ordenamiento jurídico al que mirar. Pasmados todos y pendientes de quién paga el coste, no sanitario, ni social, ni laboral, ni familiar, ni empresarial, no, nada de eso, están todos atentos al coste político! Por favor, se me caen las bragas, no sé si de susto o de asco. O de vergüenza.

Saludos desde la selva.

… la vida es siempre urgente. Se vive aquí y ahora sin posible demora ni traspaso. 

Ortega y Gasset

lunes, 24 de agosto de 2020

Tu mirada es el paisaje (CXXXVIII)


Mi visitante se echó a reír alegremente y me miró de esa manera en que todo hombre querría que las mujeres le mirasen. Turbado, enardecido, insidiosamente tranquilizado por la estilográfica que ella había tapado y guardado, me lancé sin reserva a un discurso sobre el Museo, los profesores, los estudiantes, el director, un enorme y abigarrado fresco de caricaturas que habría hecho las delicias de una reunión de antiguos alumnos.


El primer siglo después de Béatrice. Amin Maalouf


domingo, 23 de agosto de 2020

Reía poco


Era fornido pero delgado, como los muchachos de las razas muy antiguas, en cuyo cuerpo los huesos prevalecen sobre la carne. Era lento sin ser perezoso, como si calculara su propio ritmo a conciencia. Su padre era funcionario del Estado en Galitzia y había recibido por ello el rango de barón; su madre era polaca. Cuando el muchacho reía, le aparecía en las comisuras de la boca un rasgo típico, infantil, característico de los eslavos. Reía poco. Era callado y siempre estaba atento.

El último encuentro. Sándor Márai

sábado, 22 de agosto de 2020

Desacuerdos veraniegos

Mosca. Mariana Martínez

Lo del matamoscas está muy bien, se regocija una con cada diana... pero luego hay que retirar los cadáveres.


Vosotras, las familiares,
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.

¡Oh, viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!

¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!

Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,

—que todo es volar—, sonoras
rebotando en los cristales
en los días otoñales...
Moscas de todas las horas,

de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,

de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado

sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.

Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.

Las moscas. Antonio Machado

jueves, 20 de agosto de 2020

Queridos maestros

Mi hermana y yo en el colegio rural de Triana, el primero al que fuimos. Inma Díaz

La lectura es una actividad íntima y solitaria, pero el lector siente, después de leer un libro que le ha impactado, la necesidad de contar la experiencia. Por eso escribimos, principalmente, sobre lo que leemos, sobre lo que nos sugiere la lectura.
Emilio Lledó, al que quiero como si fuera de mi familia, y casi, porque yo lo miro como a un tío o como a un hermano mayor, cuenta en prácticamente todas sus entrevistas, cómo uno de sus primeros maestros, Don Francisco, ocupa todavía un espacio señero en su vida y ha marcado seguramente toda ella, gracias a que a sus alumnos de nueve, diez, doce años, les hacía leer El Quijote, el Quijote de verdad, nada de infames adaptaciones para niños. Y luego, tras la lectura individual y silenciosa, les pedía a esos niños que escribieran "Sugerencias de la lectura". Y lo hacían: leían, comprendían y sugerían.

Admiro a Don Francisco, y gracias a él, a Don Emilio, y a todos los maestros que han necesitado las sugerencias de sus alumnos para enseñar amorosamente, con calidad y con calidez, condiciones ambas imprescindibles para una instrucción no seca ni pedregosa, sino tierna y dulce como lo es la criatura que aprende. Un maestro así empodera a su pupilo para siempre y entre ellos se crea un vínculo feliz e indestructible.

Saludos desde la tumbona.

Fuera de serie. Collage (detalle). Inma Díaz

Llega la edad del frío,
la edad de valorar
los libros ya leídos y las calles tranquilas.

La oscura melancolía de Robinsón Crusoe. Joan Margarit

miércoles, 19 de agosto de 2020

Contemplando el mar

Playa de Lagos, Vélez-Málaga. Inma Díaz

Levanté con los dedos el cristal del agua,
contemplé su silencio y me adentré en mí misma.

Laguna de Fuentepiedra. María Victoria Atencia

domingo, 16 de agosto de 2020

Que ningún viento borre el camino

Inma Díaz

Vivimos una pandemia que no cede; más al contrario, se recrudece día tras día y asistimos estupefactos a una escalada que no sabemos hasta dónde nos llevará. Nuestro mundo cotidiano ha sido recortado en múltiples aspectos, y aunque las precauciones nos mantienen callados y cautivos mucho más de lo que quisiéramos, la posibilidad de una mayor restricción nos eriza la piel y añade un velo de tristeza a nuestra vida, otro más. 

Sin embargo, también en el desastre se aprende: la incertidumbre vital nos hace valorar cada día más la familia y la amistad, porque al final, como al principio, el amor es lo que merece la pena vivir, lo único que importa de verdad.

Saludos desde la selva.

                                 

Que ningún viento borre el camino

por el que venías
a acompañarte de mí
cada tarde.


Que ningún viento borre el camino. Gloria Fuertes

sábado, 1 de agosto de 2020

Meditación ante un poema antiguo

Inma Díaz

Preguntó la flor: ¿el perfume
acaso me sobrevivirá?

Preguntó la luna: ¿guardo algo
de luz para después de perecer?

Mas el hombre dijo: ¿por qué termino
y queda entre vosotros mi canto?

Meditación ante un poema antiguo. Pablo Antonio Cuadra