El neoliberalismo se presenta como el sistema económico-político más eficaz de los conocidos hasta ahora, algo incompatible con la razón si tenemos en cuenta que dos tercios de la humanidad sufren condiciones extremas de necesidad y pobreza y que el hambre sigue siendo el mayor escándalo del mundo. Si en los inicios de esta última crisis capitalista algunos ingenuos pensamos que por fin había llegado el ineludible momento de sacar a la luz la perversión de un sistema falaz que equipara progreso a consumo, nos equivocamos. La validez del sistema capitalista, teóricamente fundado en el libre mercado, sigue vigente. Ahora más que nunca el poder más rampante es el dinero y a él se somete la economía y la política. Los fanáticos del laissez faire y de la no intervención estatal en el mercado, en el colmo de la desfachatez, han conseguido hacer del Estado un instrumento servil a sus intereses. Sólo se adoptan las medidas anticrisis que gustan al sistema y que consisten en desplazar recursos de toda la sociedad a las instituciones financieras: se reducen los salarios, se empequeñecen las pensiones, se sube el IVA… y se crean fondos de ayuda para los bancos.
El sistema capitalista tiene como objetivo la consecución del máximo beneficio privado, vampirizando recursos sociales y naturales en favor de una clase minoritaria. Y lo más terrible es que pretende convencernos de que no hay otra alternativa y que el sistema trabaja por nuestra libertad y por la satisfacción de nuestras necesidades.
Pero no podemos dejarnos engañar: en el mercado sólo es libre quien tiene dinero.
LA LEY DE LA SELVA