Madre quedó quieta donde estaba, rígida como un pino, y yo era un nudo en el tronco de ese pino. Cinco de mis hermanas parecían sauces, y el niño Sima un roble joven. Todos estábamos ahí de pie, como un pequeño bosque frente al misterioso cuenco de cerámica y el rollo del pergamino con el dibujo del pájaro. Si Tercera Hermana no hubiera roto el silencio con una risa burlona, podríamos habernos convertido en árboles de verdad.
Yo ya me había bebido unos cinco vasos de aquel vodka emponzoñado y, apoyando la plúmbea cabeza en el puño, pensaba en mi invencible, en mi condenado aburrimiento, mientras mi mujer, sentada a mi lado, no me quitaba los ojos de encima. Me miraba como solo puede mirar una mujer que no tiene nada en este mundo salvo un marido guapo.
Marcábansele, bajo el collar de corales, los pechos pequeños y firmes. Sus anchos ojos claros se posaron sobre nosotros un segundo, y luego los alejó. No le importábamos.
La letra, dicen, es una forma "cristalizada" de ademán, un prisma que refleja muchas luces interiores de la persona. Por algo en español se habla del "carácter" de letra. La letra es un carácter -marca, señal, en griego- y por lo tal distingue a un ser, le diferencia de los otros.