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Este
barco cumplió el pasado mes de julio ocho años y su capitana,
cincuenta y cinco en agosto. Ambos cumpleaños pasaron inadvertidos para los
demás. Enredada como estaba en asuntos más perentorios me faltó
dedicación para el post celebrador del octavo. Y del mío, qué
decir, como nadie se acordó, genial, no dije ni pío; es la primera
vez que pasa mi cumpleaños como si no pasara. Aunque me alegra
cumplir, el jaleo de la fiesta de un año más, brindis, regalos, el
cumplecuántos feliz, que sean muchos más, tarará, tarará, me da
pereza y me aburre, igual que todas las celebraciones que, sin escapatoria, van
repitiéndose año tras año: cada vez las necesito menos. Sueño
instalarme en un vivir de celebraciones diarias, pequeñas, genuinas,
íntimamente gozosas. En esas estoy.
Tras el teatro. Miguel Domínguez
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Vaya
a saber a quién se le había ocurrido, tal vez a Vera la noche de su
cumpleaños cuando Mauricio insistía en que empezaran otra botella
de champaña y entre copa y copa bailaban en el salón pegajoso de
humo de cigarro y medianoche, o quizá a Mauricio en ese momento en
que Blues in Thirds les traía desde antes el recuerdo de los
primeros discos cuando los cumpleaños eran más que una ceremonia
cadenciosa y recurrente.
Vientos alisios. Julio Cortázar, 1977
2 comentarios:
Antes las llamábamos bitácoras, ¿ahora son barcos?.
Enhorabuena.
Felicidades por el barco y por su capitana!!
Un abrazo!!
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