Unos días atrás le sucedió una cosa. Iba por la calle y de pronto se había olvidado de todo. De dónde se encontraba, de quién era ella, incluso de la dirección de su propia casa. Tuvo que sentarse en un banco, y debía de tener una expresión tan alucinante que hasta se acercó un guardia a preguntarles que si le pasaba algo. Sí, le dijo, que soy una vieja.
(Gustavo Martín Garzo. Marea oculta)
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