El Ventorro. Inma Díaz
Las chicas leyeron detenidamente los poemas de Alex cuando se publicaron. Lydia en voz alta, de uno en uno, intentando descifrarlos como si fueran un código que le diese la clave de lo que él deseaba. Eran poemas muy breves que ocupaban el centro de las páginas color crema, y las palabras no eran incomprensibles, sino las habituales del lenguaje cotidiano.
(Tessa Hadley. Lo que queda de luz)
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