Durante todo el paseo estuve admirando extasiada los árboles, preguntándome cómo he sido capaz de vivir alguna vez sin ellos, reconociendo el consuelo que dan; el modo en que nos alimentan y sustentan con su belleza fresca, su constancia; el hecho de que sobrevivirán a quien tenga a bien plantarlos. Y entonces comprendí por qué los viejos plantan árboles.
(May Sarton. La casa junto al mar)
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